Murió, empujado al abismo por el
impulso de las palabras ajenas. En su escritorio, redactados con tinta roja que
muchos dijeron era sangre, sobrevivían unos cuantos versos:
¿Qué importa con quién estoy?
Lo que importa es
cuánto me enamoré,
cuánto puse el corazón.
De esto puedo decir algo,
con pocas palabras
de sabor amargo:
siempre que amé,
siempre que di todo,
terminé
pagando."